Introducción
La vida es complicada… porque no viene con manual. ¿O sí? 🤔
Bueno, sí lo hay. Se llama Biblia. Pero muchas veces nos da pereza leerla, seguirla, vivirla. Pensamos que está desactualizada, que no aplica a nuestro siglo. Y así vamos: poniendo excusas.
Pero lo que contiene no son reglas viejas… son verdades eternas. Principios y valores que Dios dejó escritos. Y si lo permitimos, pueden ser vida en nosotros.
Solo necesitamos hacer algo difícil y poderoso: abrirle la puerta a Jesús… y soltar el control.

🌵 La confesión de un cactus emocional
Yo era un cactus emocional. Con tantas heridas, frustraciones y miedos… que quien intentaba acercarse salía herido. No lo hacía por maldad. Era defensa. Autoprotección.
Y como buen cactus, me fui aislando.
Hasta que conocí una Flor. Una Flor radiante, amorosa, luminosa. Alguien que me mostró otra manera de vivir, de sentir, de amar. Gracias a ella, empecé a querer florecer. A sacar pétalos en lugar de espinas.
Pero mis heridas seguían ahí. Y al mínimo roce, volví a pinchar. No supe ver lo que estaba destruyendo. No me di cuenta que cada chuzón era un mensaje para ella: “aléjate, aquí no hay espacio para el amor”.
Y un día, sin más… se alejó. Para no volver.

El regalo que me habló más que mil palabras
Hace unas semanas, alguien muy especial con su familia me regaló un cactus.
Yo ya había dicho que quería una planta. Mi mamá incluso me sugirió un cactus.
Pero lo impactante no fue el cactus… fue el mensaje que lo acompañaba:
📝 “El cactus se ve lindo, pero cuando lo tocas te lastima solo por protegerse. Pero ese es el cactus. Los seres humanos estamos hechos de diferente manera. Nuestra piel tiene sensores para comunicarnos con el mundo. Pero las heridas bloquean esa habilidad… y nos vamos aislando. No lo hagas más.”

Eso no fue solo un gesto tierno. Fue Dios hablándome a través de personas que me quieren. Fue una señal. Un recordatorio de lo que ya me estaba mostrando en lo secreto.
¿Y ahora qué?
Dios no solo me confrontó. Me mandó jardineros del alma. Personas sabias, pacientes, que empezaron a acompañarme en este proceso de volver a nacer.
Hoy, puedo decir con verdad: ya no soy solo tierra seca.
Algo nuevo está brotando.
Todavía pequeño, sí. Pero real.
Empiezo a ver un brote, una flor. Algo suave, frágil… y esperanzador.
Estoy aprendiendo a regarlo. A cuidarlo. A disfrutar del proceso, sin apurar la primavera.

Cierre esperanzador
Quizá tú también te hayas sentido como un cactus. Con espinas que protegen, pero que alejan. Con tierra seca que ya no espera vida.
Pero Jesús puede hacer florecer hasta el desierto más duro.
🌵 No importa cuán árido parezca tu corazón.
🌸 Él sabe cuándo regar, cuándo podar… y cómo sanar.
“El desierto y el sequedal se alegrarán; el yermo se regocijará y florecerá como la rosa.” – Isaías 35:1

🕊️ ¿Alguna vez sentiste que eras más cactus que flor?
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O déjame un comentario… que florecer, también es hablar desde el alma.

Yo no fui cactus, pero si, un caracol con concha. Solia esconderme en ella y mostrar solo mi dureza.
Pero al igual que tú, Dios hizo en mi el proceso, destruyó la concha y me aprendí que amar, es permitirnos también sentir el dolor , con la dureza o espinas de otros.
Solo sé que Dios no tiene concha, ni en tu caso espinas.
Te amo hijo, gracias , porque amar no solo es desnudar nuestra alma, si no mostrar el camino.
Me compartieron tu blog y que bueno que te atreves a escribir. La escritura también es una forma de florecer.
Yo sé también que es ser cactus. Cuando te han herido solo salen espinas, Pero en medio de la espinas se descubre que también salen flores o pequeñas Rosas. Y ellas nos enseñan que somos todos espinas y rosas.
Para sanar es importante ver qué nos ha herido y reconocer que ellos también son cactus y nosotros alguna vez fuimos rosas.
Un abrazo Juan.
Me alegra saberte escritor.