La historia detrás de Volver a Nacer
Una historia real. Un corazón en proceso. Una fe que me rescató. No soy un experto en nada. Solo sé lo que es perderse… y lo que es volver a empezar. Este blog es parte de ese camino.
(Advertencia: contiene fragmentos de alma, demasiado café, y muchas oraciones que a veces no suenan muy teológicas).
Mi Historia
Me llamo Juan. Y esta es la historia que nunca pensé escribir. No porque no tuviera palabras… sino porque nunca imaginé que mis heridas pudieran consolar a otros.
Irónicamente, siempre pensé que si escribía un blog sería sobre algo «importante»: finanzas, inversiones, marketing… cosas serias de adulto exitoso. Pero terminé escribiendo desde el barro. Sin credenciales. Solo con heridas que están sanando.
Este blog es parte de mi proceso: soltar el orgullo, ser vulnerable, salir adelante. Pararme y seguir, a pesar de las circunstancias.
Fui cristiano desde niño. Sabía hablar de Dios, sabía actuar como cristiano, sabía hasta cómo cerrar los ojos al orar para parecer espiritual (nivel intermedio, nada presumido).
Pero por dentro… algo estaba desconectado. Como un automático espiritual: funcionaba, pero sin alma. Era como un fariseo moderno: correcto por fuera, vacío por dentro.
Creía que tener el control era una muestra de fe. Pero en realidad, era una forma elegante de no soltar nada. Vivía con planes B, C y D para todo. Hasta que descubrí que la vida no lee manuales de instrucciones. Hasta que todo se rompió. Hasta que la vida me quebró (y no hubo Excel que organizara eso).
Me quebré🥴
Perder a mi Flor no fue solo una ruptura… fue un tsunami emocional que arrasó con todo lo que creía saber sobre mí mismo. Y ahí, sin fuerzas para seguir actuando como «el fuerte», lloré como hijo. Como niño. Como humano. Sin filtros. Sin explicaciones. Solo lágrimas que llevaban años esperando salir.
Y Jesús no me pidió explicaciones. No me puso tareas pendientes. No me dijo «deberías haber…» Solo me abrazó. Y ahí, justo ahí… empezó de nuevo todo. No con respuestas mágicas, sino con presencia. Con un amor que no exigía que me compusiera primero.


Mi Familia, Mis Raíces, Mi Restauración
Mucho de lo que fui tuvo que ver con cómo crecí. Mis padres hicieron lo mejor que pudieron con las herramientas que tenían (algunas prestadas por la iglesia, otras heredadas de abuelos con cejas fruncidas). Lo hicieron con amor, con intención, y desde lo que sabían era correcto.
Yo también pensé que amar era controlar, exigirme, cerrarme. Pero con los años, entendí que lo que parecía dureza… muchas veces era miedo. Miedo a fallar, a decepcionar, a no estar a la altura. (Qué irónico: tanto esfuerzo por no fallar… que fallé en lo más básico: ser humano).
Lo más hermoso es que ellos también cambiaron conmigo. Hoy, son mis compañeros de camino. Me escuchan. Me abrazan. Incluso han venido desde otro país solo para estar conmigo.
Lo que vivió Juanito en silencio… hoy se está restaurando en familia. (Juanito es mi niño interior, ese que aprendió a reprimir para complacer).
Eso solo lo puede hacer Dios. (Y sí, también lo puede hacer una buena conversación con lágrimas, empanadas y bolones de verde, y perdón de por medio).
Mi hijo, Juan Daniel, es otra de mis grandes verdades. Vivimos lejos, por circunstancias que dolieron. Decisiones que tomé, caminos que se separaron. Pero nuestra relación ha crecido.
Él me ha enseñado a ser padre. A entender el amor de mis propios padres. A saber lo difícil que es guiar a otro… cuando tú también estás aprendiendo a caminar (con zapatos nuevos, pero con viejas heridas).
A veces me dolía más a mí que a él. (Cosa de padres: queremos protegerlos incluso de nuestras propias decisiones).
Pero Jesús también está ahí, en ese vínculo que no se rompe con la distancia. Ni con vuelos de bajo costo. Ni con silencios que duelen. Ni con la culpa que a veces me visita a las 3 AM.
Amores que marcaron mi camino
Y en este proceso de entender el amor desde diferentes ángulos —paternal, filial— también tuve que honrar los amores románticos que marcaron mi camino.
También quiero honrar a mi exesposa. Nos parecíamos más de lo que creíamos: ambos los mayores, formados en entornos religiosos, con mochilas emocionales parecidas. Dos personas buenas que no sabían cómo desarmar sus heridas juntos. Y como suele pasar cuando se juntan dos almas heridas… intentamos caminar sin haber sanado del todo.
Yo reconozco lo que hice mal: mi cierre emocional, mi necesidad de control, mi forma de querer amar… sin saber cómo se hacía de verdad. Pero aprendí.
Hoy la miro con gratitud. La bendigo. Y aunque caminamos por sendas distintas, oro para que también ella haya encontrado la paz y el amor que merece.
Y en medio de este camino… también hubo alguien más. Alguien que Dios usó para mostrarme lo que es el amor: mi Flor querida. El amor de mi vida.
Su presencia en mi vida fue un regalo.
Aunque su partida me quebró, su paso dejó huella. Gracias a ella conocí el amor sin condiciones, sin imposiciones, sin la necesidad de cambiar para ser amado. Me enseñó que podía ser vulnerable y seguir siendo digno de amor.
Su forma de cuidar, su fe sencilla, su luz, su ternura… marcaron mi alma.
Fue un espejo. Uno que me mostró mis heridas, mis miedos, mis formas de amar rotas. Pero gracias a ella entendí que también yo podía ser amado… sin tener que ser fuerte, sin tener que salvar a nadie. Que podía ser solo Juan.
Y eso, créeme… no lo había entendido nunca. Durante años pensé que necesitaba ser más, hacer más, demostrar más. Ella me enseñó que bastaba con ser yo. Sin máscaras. Sin actuaciones.
No sé si ella lo sepa, pero Dios la usó para despertarme. Y por eso, desde el corazón: gracias. Por mostrarme lo que es amar y ser amado de verdad.
¿Por qué escribo?
Este blog no nació de un logro. Nació de una caída. De esas que no se publican en redes, pero que cambian el alma por dentro.
Escribo porque no puedo callar lo que Jesús está sanando. Porque aprendí que cuando uno escribe desde el barro… alguien más puede encontrar consuelo.
No vengo a enseñar. Vengo a sembrar. (Y sí, a veces lo que siembro son lágrimas. Pero brotan esperanza).
“A veces, lo que escribo con lágrimas… alguien más lo lee como consuelo.”
No encontrarás fórmulas mágicas, ni versículos fuera de contexto. Tampoco encontrarás un experto. Solo encontrarás a un hombre real… escribiendo desde su reconstrucción.
Aquí hay historias. Reales. Sin filtro religioso. Sin pretensión.
Hay reflexiones que nacen del duelo, del silencio, de noches largas y oraciones rotas. Hay conversaciones íntimas con las Escrituras. Y hay una fe que no presume… solo camina.
¿Qué vas a encontrar aquí?
Cierre espiritual
«Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.»
Mateo 11:28
Yo también estoy en proceso.
Y si tú estás buscando empezar de nuevo… este blog también puede ser tu refugio. (Con café, palabras verdaderas… y Jesús en cada línea).
